¿Droga recreativa o terapia sanadora? Cuando hablamos del Ayahuasca, surgen esta y otras mil interrogantes… Si la tomo, ¿me puedo volver adicto? ¿Puedo quedarme en “el otro lado” y no volver a ser el/la mism@? ¿Me va hacer “alucinar”? ¿Perderé el control? ¿Es una droga peligrosa o es una medicina?... Así como tú, yo tenía todas estas dudas (y la verdad muchísimas más) al respecto, y hoy he decidido escribir sobre mi experiencia con el Ayahuasca, para que puedan sacar sus propias conclusiones.
Comenzaba el 2016 y yo me encontraba viviendo una vida que parecía perfectamente diseñada, pero que no me hacía feliz. Sobrepasada de estrés entre mi trabajo de oficina, mi tienda que estaba por cerrar, y un matrimonio que no funcionaba, me sentía cansada todas las mañanas, sufría de migrañas y varios otros malestares físicos; estaba emocionalmente agotada. Divisaba la tormenta más grande de mi vida, y no tenía idea de cómo remar a través de ella para salir a flote. En ese entonces, una amiga muy cercana, me contaba cada tanto de las sesiones de Ayahuasca a las que iba, y yo siempre le decía “Ala ala ala, que valiente, ojalá un día me anime a hacerlo”; hasta que ese día llegó.
Sentí el "llamado de la planta" a comienzos del 2016 y decidí hacer una sesión con la organización Medicina de la Tierra.
Trataré de resumir al máximo mi experiencia, porque podría pasarme días tratando de poner en palabras lo que viví esa noche.
La primera mitad de la sesión tuve visiones sobre una amiga muy cercana que falleció cuando éramos adolescentes, ella me vino a buscar, me dijo que estaba muy bien, me llevó por nuestros recuerdos a través de la niñez y adolescencia, y finalmente me llevó otra vez a la noche de su muerte, la cual hasta ese momento yo recordaba por retazos, por el shock que había vivido ese día. En la sesión, pude llorar todo lo que tenía contenido dentro mío desde el 2001 (lloré un río entero, de verdad), pude liberarme de la rabia que tenía guardada, pude perdonar y, finalmente, pude cerrar ese capítulo. El resto de la sesión, viajé por el más allá, el plano de los muertos, y descubrí que no es nada terrorífico, más bien es maravilloso, fue realmente un antes y un después para mi el verme liberada de mi cuerpo físico, el ser y sentirme parte de todo y de mi misma a la vez. Durante esas horas me sentí muy protegida y sentí en mi un amor infinito, verdadero y único que no puedo poner en palabras. Ese día le perdí el miedo a la muerte, algo que nunca pensé podría suceder.
Como la sesión me dejó mucha "tarea" (así le llamo yo a las miles de preguntas y respuestas que el ayahuasca te deja), inicié terapia de psicoanálisis, con la cual pude recuperar la confianza en mi misma. Me aprendí a amar, más de lo que nunca me había amado antes. Varios meses después de la sesión, tuve una visión sobre el amor incondicional que había sentido cuando tomé la planta. Y una respuesta vino a mi: “Ese es el amor que yo quiero en mi vida” (Lee mi nota: Mil formas de amar…). Ese día, supe que tenía que separarme de mi pareja, y varios meses después, así fue.
Mi segunda sesión, fue un poco más de un año después de la primera, cuando estaba en la depresión más brava de mi divorcio. Realmente estaba en el hoyo y no veía la luz. Preferí buscar a la planta antes que ir al psiquiatra y tomar antidepresivos. En esta sesión, mis visiones fueron más que nada sobre el amor incondicional que yo quería en mi vida, y una retrospectiva hacia los errores y aciertos que me habían llevado hasta donde estaba en ese momento. Siempre he sido reacia a aceptar mis errores, pero la planta me los dejó tan claros, que no había forma de esquivar esa verdad. Acepté lo vivido, y decidí seguir adelante con los aprendizajes que esas experiencias dejaron en mi.
Finalmente, la planta me abrió el pecho, me quitó el corazón roto y me lo cambió por uno nuevo, "para amar a quien me ame como yo quiero que me amen”. Ahí estaba la luz del final del túnel... al fin la podía ver.
Esa nueva relación de amor incondicional conmigo misma, (Lee mi nota: Ámate a ti…) me hizo tomar decisiones drásticas para cambiar “esa vida que no era para mi”. Entre las cuales estuvieron dejar la oficina para trabajar de forma independiente, crear este blog, viajar y vivir todo lo que pueda antes de morir! Y para mi sorpresa, en este nuevo camino me enamoré incondicionalmente de alguien que me ama incondicionalmente.
Tengo mucho que agradecer a la planta, pero es importante contar también la parte difícil. Participar de una sesión de Ayahuasca no fue fácil para mi; durante las sesiones tuve mucho malestar físico, mareos y ambas veces vomité. Sentí miedo, tristeza, rabia, y miles de emociones más. Hubieron momentos en que quería que el efecto se disipe y yo no podía frenarlo. Fue duro. ¿Valió la pena? Demasiado. ¿Lo recomiendo? Creo que el llamado del Ayahuasca es tan personal, que no puedo sugerir a nadie hacerlo o no hacerlo. Lo que sí puedo es darle ciertas recomendaciones o tips a aquellas personas que hayan sentido "el llamado", pero como no puedo alargar más esta nota, dejo el tema en pausa hasta el domingo, que lanzaré el siguiente post: "Ayahuasca: 5 recomendaciones si estás pensando tomarla".
Ph: selfhacked.com
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